LA MUERTE

Todos sueñan con un final feliz sin entender que el único final es la muerte, y la muerte jamás es feliz. El final feliz es una ilusión; lo único real es vivir con las consecuencias de lo que has hecho. Cada decisión repercute en el resto de tu vida. Lo que muchos llaman final no es más que un comienzo, y un comienzo no siempre es bueno. Casarse no es el final, es el inicio de una nueva cadena de desafíos; ganar dinero no cierra ninguna historia, solo abre otras; obtener un título universitario no es una meta cumplida, sino el arranque de la vida laboral. Incluso leer este libro no será un cierre, sino el inicio de una vida distinta. La vida es un proceso perpetuo: no hay pasado ni futuro, solo el momento presente, inabarcable e infinito. No hay resolución; la única conclusión es la muerte, que no es ni buena ni mala. No debemos temerla ni dedicarle largas reflexiones. Ignorarla es, en la práctica, la mejor forma de vivir, porque mientras respiras eres, de hecho, inmortal. El miedo a la muerte, propia o ajena, solo desvía la atención que necesitas para transformar tu vida. La muerte es inevitable e impredecible; por ende, reflexionar sobre cuándo ocurrirá o qué hay después es irrelevante. Por más que la reinterpretemos como un hecho natural, la mente humana siempre percibirá la muerte de un ser querido como un golpe a la supervivencia, más aún la de una pareja o un hijo. Puede sonar cruel, pero es pragmático: ningún llanto revivirá a quien se ha ido, y siempre será posible encontrar otra pareja o tener más hijos. Destruirte emocionalmente por esa pérdida es inútil. Vive el duelo que necesites, pero no le concedas más poder del necesario: los muertos están libres del dolor, del tiempo, del trabajo, de toda preocupación. Somos los vivos quienes debemos seguir. Cuando enfrentes tu propia muerte, hazlo con valentía y dignidad. Al final, así como un arduo día de trabajo nos lleva a un sueño profundo, una vida de logros nos conducirá a una muerte serena. Mientras tengas vida, no pierdas el tiempo pensando en la muerte; porque cuando estés muerto no tendrás tiempo para pensar en la vida.